El tiempo…
Las ausentes agujas habían dejado la huella de una sonrisa en su esfera. Y allí, en la transitada calle Maiselova, llamaba la atención de los que, siguiendo el itinerario turístico, coleccionábamos las sinagogas praguenses. Humilde, en un rincón de aquel escaparate, parecía ufanarse de haberse liberado de su interminable trabajo. Se había desembarazado hasta de aquel pequeño martillo que cuando llegaba el momento le aturdía con su persistente campanilleo. Tal vez era la razón de su marcada sonrisa. Lo que no tenía mucho arreglo era la perdida de su brillo juvenil ni alguna abolladura que seguramente en un ataque de furia adormilada, algún dueño le endosó. Desde allí rivalizaba en el número de fotos que recibía con el impresionante reloj de la sinagoga vieja de Praga, aquel que movía sus saetas al revés y tenía su numeración en caracteres hebraicos… Con sus extraños números , al menos para mí, y con su no menos testarudo caminar al revés del mundo…bueno, d