Magdalena…
Magdalena penitente (1.810). Antonio Cánova
Tus manos, Magdalena, tus manos me conmovieron. Tu rostro, cabizbajo, y tu cuerpo, rendido. Pero tus manos se resistían a la derrota. Ese fue lo que me llamó la atención de ti, en mitad de aquella gran sala donde eras fugazmente el centro de atención…
Tú, que lo tuviste todo, riqueza, fama, amor, y a él, sobre todo a él. Y, sin embargo, ahí estás de rodillas y casi vencida.
Ni Cánova, que cuando te extrajo de aquel blanco bloque de mármol tampoco apostaba demasiado por ti, y te colocó junto a esa calavera que, al igual que tú, estaba por el suelo como señalándo tu destino. Vacía, olvidada,...muerta.
Pero no, tus manos se rebelarán, no quieren ese final. Tirarán de tu cuerpo, se agarrarán a todo aquello que representas, a la fuerza del arrepentimiento pero también a esa misión oculta que él te encomendó.
Y, entonces, de nuevo volveré a contemplarte erguida.Será tu respuesta a quien tanto preguntó por tí...
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